Ahora que ya soy anciano, y que ya he
recorrido el largo camino de la vida, me preguntan a menudo qué
¿ Cómo lo conseguí?
Suerte, respondo yo.
El que decía que era más
importante tener suerte que tener talento estaba en lo cierto.
En mi ciudad, hay una costumbre un
tanto extraña que difiere de las que encontramos en el resto
del mundo, cuando cumplimos 18 años, debemos elegir un
cubierto con el que comeremos toda la vida.
Sé que somos un pueblo con
costumbres tan curiosas como originales.
Este curioso utensilio que
utilizaríamos los años venideros para comer debía
retirarse en el ayuntamiento en la plaza mayor una vez cumplida la
mayoría de edad.
La responsabilidad de tomar la decisión
equivocada me abrumaba y postergue la decisión durante días.
Tras meditarlo, me decidí por
el tenedor, elegante, útil, capaz de pinchar firmemente.
- Buenos días, vengo a recoger mi tenedor – dijo al encargado nada más llegar.
- ¿tenedores? - y lo dijo incluyendo una mirada de compasión – lo siento joven, ya no nos quedan, son los primeros que se agotan, la gente hace cola toda la noche para conseguir uno.
Vaya! He elegido bien, aunque no queden
– pensé
- Bueno, pues entonces me llevaré un cuchillo
- Lo siento, tampoco me quedan! Son los segundos en agotarse, la gente madruga mucho para conseguir un cuchillo
- Bueno, entonces ¿que tiene?
- Cucharas!! joven, tengo cucharas a montones
y allí estaban, miles de
cucharas que nadie había querido, rechazadas por todos.
Como se dice, ¿qué hacer con una
cuchara?... en esta vida, ni pinchan ni cortan.
Pensé, los que se esfuerzan y
los que madrugan se llevan siempre lo mejor, es lógico.
Dejándome llevar por su propio
sino, decidi llevarme la cuchara, sabedor de sus
limitaciones.
Entonces sucedió algo
inesperado, algo que nadie podía prever, algo que nunca antes
había pasado
!!! LLOVIA SOPA!!!
Como os lo estoy contando!
Podía no haber llovido
Podían haber llovido ranas
Podía haber llovido pollo con
patatas
Pero no... llovió sopa.
Y yo estaba allí.. con una
cuchara.