La estética del cine Indie vuelve con una película
de cariz social. Sin embargo, a pesar de lo que nos pueden anticipar las
camisas de cuadros de los primeros segundos, Las vidas de Grace (Short term 12) supera a la idea sobrevenida de hipsters solidarios.
La cinta cuenta el día a día de un centro para
adolescentes americanos con problemas, cuya directora y protagonista (Brie
Larson) se tendrá que enfrentar no solo a los chicos, si no a un pasado que le
impide avanzar en su vida adulta. La llegada de Jayden (Kaitlyn Dever), una nueva
chica conflictiva supondrá el punto de inflexión para que esto ocurra.
Esta historia que toca el espinoso tema de los
abusos a menores no lo hace desde el punto lacrimoso ni paternalista, si no
desde una honestidad y claridad que emociona al espectador. La manera en que está
contada tiene mucho que ver con la experiencia del director Daniel Cretton en
un centro de estas características, haciendo que las relaciones entre los
personajes resulten de lo más natural. Así pues, la vida de Grace se convierte
en pequeñas vidas que hacen más creíbles a los personajes y da como resultado
una estructura más redonda: la relación con Mason (John Gallagher Jr.), la
relación con Jayden o la relación con su pasado, se liberan poco a poco y se
combinan para formar a Grace.
Pero Las
vidas de Grace es sobre todo una película optimista. Con un principio y
final esperanzador, y un transcurrir envuelto por un aura de luz y sol que
consiguen transformar la cotidianidad de
las noches más duras y solitarias en el lugar indicado para que todo cambio
pueda ser posible.