Mi primer año en Sitges apareció un voluntario que me cambió la vida. Cuando tú piensas en los voluntarios de un festival o en general de cualquier actividad piensas en alguien joven. No es el caso.
Rafa se convirtió en un referente en el festival. Se convirtió en un punto de apoyo cuando fui sola y en la persona que se preocupó de que todo fuera bien siempre.
Rafa es mi constante en Sitges.
Si algo no salé bien serás mi constante, y algo no salio bien.
No sé cómo de repente alguien se fijó en mí. Como un cervatillo asustado por las luces de un automóvil antes de colisionar con él y matarlo. Yo no supe su nombre hasta varios festivales después y él no sabía lo mucho que esa atneción me había marcado.
Ese primer festival cambió mi vida en muchos sentidos, hizo realidad muchos sueños y me proporcionó el recuerdo de algo que pensaba que había perdido para siempre.
Rafa estaba en “tornos”, o así lo llamaría yo. En las puertas, controlando accesos y tica las entradas.
Ese Rafa, aún sin nombre hace que pase delante en las puertas. Hace que el chico lleve las entradas. Se preocupa porque me traten con cariño y bondad. ¿Por qué podía saber que lo necesitaba?
Rafa le decía a la persona que me acompañaba que me cuidara, que me tratara bien y que fuera bueno conmigo. Nos acabábamos de conocer. Todos nos acabábamos de conocer.
Pasó un año, pues la función del tiempo es pasar y volvimos al festival. Rafa seguía allí, y ha seguido año tras año para saber si estaba bien, si estaba cuidada, si estaba tranquila.
Algunas cosas habían cambiado para mejor. Habíamos tenido un año intenso y empezábamos una nueva etapa y yo esperaba, ansiaba que Rafa estuviera en ella.
Allí estaba, en su puesto de siempre, en las puertas del Auditori controlando los accesos. En esta ocasión entre tímida preguntándome si se acordaría de mí y lo hizo.
¿De verdad recuerdas quien soy? De verdad.
El tiempo siguió pasando. Pero existen las constantes.
.jpg)
.jpg)
