“La hermandad” ha supuesto la vuelta de la actriz catalana Lydia Bosch a la gran pantalla después de 13 años alejada del cine, y lo hace de la mano Julio Martí Zahonero que habituado a dirigir teatro, se enfrenta en su opera prima a un thriller de terror psicológico filmado entre los ahora prácticamente cerrados estudios de la Ciudad de la Luz, en Alicante y el monasterio de Santes Creus de Tarragona.
La historia gira entorno a Sara (Lydia Bosch) una famosa escritora de novelas de terror, la cual sufre un grave accidente de coche, cuando despierta se encuentra en la habitación de un monasterio donde viven aislados de las comodidades del mundo exterior una antigua orden de monjes Benedictinos, con unas estrictas normas de pobreza y obediencia. En este extraño lugar, la escritora deberá guardar reposo hasta su recuperación y someterse a las estrictas reglas impuestas por “La Hermandad”. Sara notará que los monjes le están ocultando algo, lo que llamará su atención y despertará su curiosidad a la par que perturbará la tranquila vida de los religiosos.
El peso interpretativo de la película recae absolutamente en el personaje de Lydia Bosch (única mujer en el reparto), quien gracias a sus expresivos ojos y a los largos primerísimos planos logra transmitirnos su miedo y angustia emocional.
La actriz logra que empaticemos con su personaje y con su dolor personal gracias a que construye a una mujer inteligente y curiosa por deformación profesional como escritora de novelas de suspense, decidida a resolver los diferentes enigmas que le esconden las piedras de ese monasterio.
La ambientación repleta de claroscuros nos muestra un monasterio alejado de la civilización, repleto de pasillos angostos y habitaciones cerradas por años, lo que lo hace turbador en sí mismo. La propia soledad de los monjes y el propio encierro de la escritora ya son suficientes alicientes para despertar los miedos más profundos y hacer que los instintos más primarios de autoprotección afloren, y hacernos dudar incluso de nuestra propia cordura.
El ritmo narrativo y el suspense lo crea la atmósfera musical de la banda sonora creada por Arnau Bataller y que ha sido interpretada por la orquesta del Gran teatre del Liceu de Barcelona, que por primera vez participaban en una película.
Una obra con un final diferente a pesar de que abusa de ingredientes tan tópicos en el cine de terror como las apariciones de niños y las ordenes religiosas ocultas, al estilo de “El nombre de la rosa / Der name der rose” o “El orfanato”, que si bien no aporta nada nuevo al género te hace pasar un rato entretenido.