Gaspar Noe es un provocador nato, un exhibicionista, alguien a quien le encanta jugar con el cine su puesta en escena y la narrativa para crear algo único, algo nuevo, algo vivo y orgánico.
Noé puede querer que experimentemos el amor, como la angustia. Es que estos sentimientos no son partes de la vida al fin y al cabo, dos caras de una misma moneda.
Este año, durante el festival nos invita a un viaje que tiene lugar durante una noche que se nos antoja eterna. Un viaje literal a la locura y el desenfreno cuando unos jóvenes bailarines que han quedado para ensayar unas coreografías, son víctimas de una intoxicación por drogas.
Al terminar uno de los ensayos los jóvenes bailongos deciden celebrarlo y relajarse sin sospechar lo que les deparará esa noche. Una apuesta clásica que Noé abraza, pues son muchas las películas que nos trasladan al horror a través de la creación de “paraísos artificiales” creados por las drogas. Una excusa sin embargo para llevar el juego de la narración al limite.
Para viaje alucinógeno el de 2001 del espacio que también es símbolo de este año
Simplemente con el nombre de Noé ya estamos dentro. Como siempre que el genio argentino saca una película nueva, el festival se hace eco de ello y la podremos disfrutar casi inmediatamente. Es por eso que Climax está en todas las listas de imprescindibles, y no podía faltar en lo mejor y más esperado de este Sitges 2018. Si con Love a mí me ganaron aún poniéndola a las 12 y media de la noche para ver una “corrida en 3D” que casi te podía salpicar en al cara, con climax y sus planos secuencias bailongos y lisérgicos estábamos ya dentro. No hay nada que me guste más que una locura bailonga. Una locura de thriller alocado, con música tecno, discotequera y machacona que te pondrá la cabeza como un bombo, y te volverás loco sin tener que tomar esa sangría alucinógena.
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