Paco
es un hombre de 40 años que ha conseguido cumplir su sueño
infantil: trabajar desde casa en pijama.
Un
cuarentón que presume de soltería y de vida plena, saliendo cada
noche con sus amigos, que gracias a su trabajo como dibujante
consigue publicar una tira cómica de sus aventuras en un periódico,
basada en su “vida” pudiendo disfrutar del placer de trabajar
desde casa sin quitarse el pijama para nada.
¿Es
esto la felicidad o en realidad Paco busca también el amor?
Ay
Paco, que pensaría de ti, aquella política que acuso a los
blogueros de parásitos capaces de decir cualquier barbaridad
escudados en el anonimato para despellejar al personal.
¿No
conocéis la historia? Pues os la cuento.
En
2009 la política republicana Sarah Palin atacaba así a los
bloggers: “No son más que niñatos patéticos en pijama que
escriben desde el sótano de papá”
Muchos
no recordaréis este hecho. La crisis económica en España empezaba
( y a nivel mundial) y la burbuja inmobiliaria había estallado.
Mucha gente perdía su trabajo, los jóvenes recién licenciados no
tenían una oportunidad y no veían una salida. Es entonces cuando
mucha gente cogía el teclado y se embarcaba en la marea digital,
navegaba por las redes y escribía su situación llena de impotencia
y de rabia, pues el mundo había dejado de ser una aldea, para ser la
aldea global digital.
Sarah
Palin perdió las elecciones contra Obama, y comenzó criticando
duramente día si y día también a esos blogs que la habían puesto
en jaque. Gracias a esto la gobernadora de Alaska se convirtió en
una estrella mediática de la noche a la mañana.
Ese
termino, el de “blogueros en pijama” llego a España de forma
despectiva. El termino nombraba a una generación de comunicadores
que no tenían la oportunidad de escribir en un medio, o de crear
contenido pagado, así que gracias a la plataforma de blogger,
wordpress o youtube, daba a conocer al mundo su punto de vista,
interesara o no.
Algunos
periodistas vieron esto como un ataque. En nuestras carnes sufrimos
insultos o vejaciones de otros profesionales en periódicos cuando
algún medio te daba una mínima oportunidad. Con los mismos
estudios, pero con más ganas, eramos vapuleados por los que deberían
ser nuestros compañeros, que nos llamaban oportunistas, nos acusaban
de trabajar gratis y vivir de nuestros padres mientras estábamos en
nuestro cuarto en pijama. Lo mismo que hizo Sarah Palin.
Algunos
a lo mejor no estabais en redes aún, o escribiendo por estos lares,
pero fue un momento muy tenso pues se estaba formando aún la nueva
critica, el periodismo digital y nos estábamos aclimatando a una
nueva forma de comunicar y crear contenido.
En
pijama y desde casa muchas veces. El home office lo llaman.
No
nos engañemos, hay pocas cosas en esta vida, más ricas y
placenteras que llegar en dos minutos a tu puesto de trabajo. Es
decir levantarte de la cama y sentarte en la mesa del ordenador. Sin
quitarte el pijama de unicornio que llevas puesto, caliente y
mullidito. Levantarte a prepararte el café, sin correr por si
pierdes el metro, y trabajar por objetivos y entregas.
Veamos, parece bonito pero no lo es tanto. Cuando eres una persona a la que le cuesta madrugar, o seguir unos horarios puntuales esto se puede hacer muy cuesta arriba. Pongamos también que nos gusta vivir al limite y dejar las entregas para ultima hora escudados en que trabajamos mejor de noche y bajo presión. Por ultimo, el no ver a nadie, solo al portero, al repartido o a algún vecino por la mirilla te hace un poco antisocial.
¿Qué tristes son las cenas de empresa? No hay descansito para un café con
los compis, y no podéis comentar el último capítulo de “Aquí no
hay quien viva”. Pero una de las peores cosas es que no tienes la
satisfacción de llegar a casa y ponerte el pijama.
Ese domingo de pijama, manta y netflix puede ser mismamente tu día a día lo cual le quita emoción al día festivo y convierte todos los días en iguales. Acabas aborreciendo el pijama de unicornio, pues no nos engañemos, al final es tu uniforme de trabajo, y el trabajo no deja de ser una obligación.
Ese domingo de pijama, manta y netflix puede ser mismamente tu día a día lo cual le quita emoción al día festivo y convierte todos los días en iguales. Acabas aborreciendo el pijama de unicornio, pues no nos engañemos, al final es tu uniforme de trabajo, y el trabajo no deja de ser una obligación.
Posiblemente
vosotros sepáis decirme, porque aunque no lo creáis sabéis
bastante más de la vida que yo (al fin y al cabo yo solo estoy
detrás de una pantalla) si este apogeo del teletrabajo esta
relacionado con la moda emergente de prendas para salir a la calle
que parecen pijamas.
No
nos engañemos, todos hemos sacado la basura en pijama, o paseado al
perro. Yo hasta he ido al paki de la esquina a comprar el pan, pero
es que mis pijamas son tremendamente bonitos, y de Disney, todo hay
que decirlo, pero nada podrá superar a ver a audrey hepburn dormir
con antifaz, gato y camisa de hombre. El summun del pijama sexy
improvisado, o lo que he hemos llamado toda la vida, dormir con la
camiseta de tu chico.
Algo
tan cómodo como trabajar en pijama no podía ser ignorado por la
moda. Si puede hacerse en casa, puede llevarse a la oficina debieron
pensar. La moda de adapta a los tiempos, o a las necesidades, lo que
surja antes, eso es así, la palabra adecuada es que la moda siempre
ha sido versátil. ¿Quién no ha soñado ir a los Goya en pijama
como nos planteaba Isabel Coixet, para romper cánones?
¿O
nos encantaría ser como Hugh Hefner en su mansión, trabajando en
batín toda la vida? Es sabido que Coco Chanel le robaba los pijamas
a sus amantes, y era una abanderada del pantalón.
El
caso es que el nacimiento del trabajo en casa y las redes sociales ha
hecho que no podamos estar en casa con leggins desgastados y una
camiseta de propaganda del pryca. Es decir, si podemos, pero no es
instagrameable. La era digital ha conseguido que nuestra ropa de cama
y de estar por casa se haya vuelto bonita y no cutre.
A
lo mejor ahora no os parece tan trillado el pijama de gatitos que os
han traído los reyes.