La mediocridad de provincias.
Soy una persona horrible, terrible y
muy mala, y lo soy por mirar por encima del hombro, y por sentirme
rodeada de tremenda mediocridad. Que insoportable es la levedad del
ser.
Más que provincianos somos de pueblo.
De ese tipo del pueblo que da vergüenza. Somos a los que llaman “la
prima del pueblo” los de la capital. Esa soy yo, la prima del
pueblo.
Gracias o por desgracias de las redes
sociales, todos nos hemos convertido en modernos, en hipsters y en
Coolturetas, cuando somos en realidad total y unicamente horteras de
bolera.
Que razón tiene moderna de pueblo,
que con su bufamanta, su café de starburcks comprado en consum,
viendo girls ( o lo que nos pega a las de pueblo, “dos chicas sin
blanca”) vive creyéndose top.
Esta es la chica que trabaja en el
mercadona o en el Abordo, y chimpón. La que se mira los desfiles
pero nunca jamás ha aspirado a irse del “pueblo”, porque esto es
lo que hay.
Luego esta otro tipo de chica de
pueblo, la que jugaba a que era otra persona cuando se comia los
spaguettis ( bueno, a lo mejor jugaba a que era la Dama, de la Dama y
el vagabundo, pero aquí cada uno juega a lo que quiere) y se
imaginaba y afirmaba cuando veía el festival de Venecia o de Cannes
en el telediario: “Algún día estaré allí”.
Pero no nos engañemos, el sueño de
todos los adolescentes del mundo era que en nuestro instituto hubiera
taquillas! Ahora me pregunto para qué? No sé. Eso y ser animadora.
Jamás perdonaré a mis padres por no haberse mudado a california y
darme la oportunidad de ser rechazada como Cheerleader.
Soñaba, y creia que sí, que iría al
instituto, y en mi cabeza los institutos eran como los americanos!
Con taquillas y chicas populares, y soñaba que habría un chico como
Jordan Catalano ( Jared leto que daño le has hecho a mi generación)
con su melena, su guitarra, apoyado en las taquillas como un rebelde,
y que podría decir esa frase que dice Ángela Chase en la serie My
so-called life: “Él siempre está cerrando los ojos, como si
doliera mirar a las cosas”
Todas hemos tenido a nuestro Jordan
Catalano, y yo tuve al mio, ese muchacho que hoy por hoy, baila en
los escenarios de medio mundo, y en las televisiones y espectáculos,
por lo que no puedo decir su nombre. Como habréis adivinado también
se fijo en mi, en esa chica de provincias, que no era la más
popular, pero tenia el suficiente charm.
Sí, sí, se reían, pero ay amigos,
yo, la niña que comia spaguettis imitando a un perrete de Disney,
finalmente se fue a recorrer festivales de cine internacionales y
cumplió sus sueños. Algo que no puede decir la mayoría.
En realidad me siento mal por pensar de
esta manera y ver esta mediocridad, pero me aburro, me aburro
enormemente. Siento que esa vida puede estar bien para determinadas
personas y ser plenamente felices, por lo que creo que yo también
podría llegar a serlo, pero lo cierto es que voy en el metro o
autobús cargada de hastió.
Y entonces es cuando sientes que no
eres más que otra Tamara Drewe cualquiera, que vuelve al pueblo de
su infancia.
Solo eres una Sandra Bullock más, tras
ser engañada por su marido, y volver a casa de sus padres, cuando
todo el mundo ha visto tu desgracia en televisión.
Pues sí, es súper triste, porque un
día normal, esta misma semana estas volviendo a casa con las bolsas
de plástico del consum, y vas pensando: “ Hace un mes me iba a
tomar un café y me encontraba con Viggo Mortensen”, así tan
normal, en los desayunos latinos del festival de cine de San
Sebastián.
Y las lágrimas se te saltan, porque es
una perdida de glamour inmediata, un día estas en Venecia dándole
la chapa a Ethan Hawke, y otro día eligiendo detergente. Lo de la
chapa es literal, le dimos una del blog, y bueno, lo del detergente
es el menor de los problemas.
Ahora bien, la tristeza es tenerlo
todo, es haber vivido en ciudades como Roma o Madrid, y llevar botas
de agua hunter todos los días, gorritos de mil formas y colores o un
borsalino por la calle sin que nadie te mire raro, paseando por las
mejores calles del mundo, y no de turista, sino porque vives allí.
Lloras. Lloras porque no estas loca.
Lloras presa de una timidez irremediable, que combates con retos con
tus amigas. Lloras porque odias a la gente. Lloras porque quieres
vivir en otra parte. Lloras porque un día saldrás por la puerta y
no volverás, como un pez naranja comprado en el mercado que acabas
tirando por el desagüe.
Hay una buena parte de ficción en lo
que cuento. Pero amigo lector, no te diré cuanta.