Tres minutos sin respirar (asfixia)
Tres horas sin refugio en un ambiente extremo (exposición)
Tres días sin agua (deshidratación)
Tres semanas sin comida (hambre)

Pero lo cierto es que ese chico de 27 años que, en aquella cruel montaña, amaba tanto la vida que fue capaz de romperse el hueso del brazo con una piedra, para después cortar la carne con la navajita sin filo y los tendones con unas tijeras minúsculas, ese héroe de la supervivencia, en fin, años después quiso suicidarse.
El ser humano no deja de asombrarme.
Y de sobrecogerme.