“Me enamoré de
una bruja” es una entretenida pero sencilla comedia, basada en la
obra de teatro de John Van Druten, que transcurre en el Greenwich
Village de Nueva York. Su protagonista, Gillian Holroyd, interpretada
por la atractiva y sexy Kim Novak la cual la dota de una mirada
felina e hipnótica que le viene que ni pintado al personaje,
es una bruja miembro de una saga de hechiceros que se encuentra
aburrida de su vida y de la tienda de antigüedades y objetos
curiosos que regenta.
Como es bien sabido las brujas no se pueden
enamorar, ni llorar, ni sonrojarse, pero Gill comienza a sentir
curiosidad por su nuevo vecino, un apuesto y respetable editor
llamado Shepherd “Shep” Henderson ( James Steward) que esta a
punto de contraer matrimonio. Ante este giro de los acontecimientos,
Gill decide abandonar su juego de seducción humano, para
enamorar a su vecino gracias a un encantamiento, y a la complicidad
de su fisgona pero adorable tía Queenie (Elsa Lanchester) y
su hermano Nicky ( Jack Lemmon) ambos brujos también.
A partir de aquí
nos encontramos con una comedia ligera y elegante, de divertimento
sofisticado que aunque nos levantará alguna sonrisa, en ningún
momento nos hará reír a carcajadas, y que desaprovecha
situaciones hilarantes que podrían justificarse con el uso de
la magia.
En el film encontramos la
segunda colaboración entre James Stewart y Kim Novak a tan
solo unos pocos meses después de haber finalizado en rodaje de
“Vértigo” a las ordenes de Hitchcock, en unos papeles muy
diferentes a los que aquí encontramos pero con la misma
química como pareja. Son
sin duda las interpretaciones de ambos actores el principal atractivo
de la película, ya que podemos disfrutar de una carnalidad y
sensualidad dada por unos pies siempre desnudos, y la elegancia de
una mirada felina retratada en especial en el plano del conjuro que
realiza Novak hacia Stewart.
Stewart vuelve a dejar ver lo magnifico
que es interpretando a hombres corrientes a los que les ocurren cosas
extraordinarias, el héroe de lo mundano que fue el secreto de
su éxito, y junto a Novak con la que gracias al aura
fantasmagórica de misterio que les otorgo Vértigo se
convirtieron en una pareja que perdurará siempre como Bogart y
Bacall.
Mención
especial para el siempre genial Jack Lemmon que ejerce aquí de
simpático secundario, y que a pesar de que podría haber
dado mucho más juego, daba pistas aquí, en uno de sus
primeros papeles de lo que después seria su exitosa carrera.
Curiosamente Stewart cumple 50 años durante el rodaje de esta película, tomando la decisión de no volver a encarnar papeles de galán romántico, en este tipo de comedias que le obligaban a emparejarse con mujeres a las que por lo general les doblaba la edad.
Campana, libro y vela, es
la traducción literal del titulo original de la película
(Bell, Book and Candle) que aquí se estreno con el titulo de
“Me enamoré de una bruja”, tratando de emular el éxito
de “Me casé con una bruja” de 1942, de René Clair,
además de las palabras claves de uno de los conjuros. Un
conjuro que hace referencia a la campanilla del gato Pyewaket,que es
clave en la historia, al libro “Magic in Mexico”,que también
tiene su parte importante en la trama, y a la vela que acompaña
a la melancolía de la bruja protagonista.
La música
creada por George Dunning dota la obra de una partitura rítmica
y ligera, con temas de jazz pegadizos, propios de los clubs de los
años 40 y 50, añadiendo fragmentos clásicos como
el “jingle Bells” de los titulos de credito.
Mientras,
el guión de Daniel Taradash a partir de citada obra de
Broadway de John Van Druten la dota de unos diálogos
divertidos y tremendamente ágiles, que hará las
delicias de los amantes de las comedias románticas de los años
50.
Esta obra pertenece a la época más fructífera de su director Richard Quine, coincidiendo con el despegue de su filmografía, y con el inicio de lo que serian posteriores colaboraciones entre Kim Novak, Jack Lemmon y Ernie Kovacs, como “Un extraño en mi vida” (1960) y “La misteriosa dama de negro” (1966), en las que participo también Novak.
Este
aquelarre de hechiceros que no confían en el amor, porque el
amor puede destruirles, nos deja un film que es injustamente
olvidado, en pos de ensalzar aquel “Me casé con una bruja (I
Married a Witch de René Clair, 1942), con la maravillosa
Veronika Lake en el papel de la bruja.
Por lo que
este es el tema principal del film, el triunfo del amor, que es capaz
de sobreponerse a todas las adversidades incluso a la de las mas
oscuras artes de brujería. Un amor más fuerte que los
poderes sobrenaturales, capaz de curar la soledad y la melancolía.
Donde solo cabe que la magia más inexplicable es la magia del
amor.
Podemos
disfrutar en el film de escenas tan memorables como el encantamiento
que la bruja Gill le realiza a Shep, acompañada de su gato
Pyewaket ( un nombre que solo podría llevar un gato mágico
y que se convirtió en popular entre las mascotas de la época),
el lanzamiento del sombrero desde lo alto del rascacielos mientras
se juran amor eterno, el divertido encuentro entre Shep y la tía
en el domicilio de él, o los planos subjetivos de el gato, a
pesar de la aparente formalidad narrativa de la película.
La película
inspiro la serie posterior de televisión “Embrujada”,y
que después se convirtiera de nuevo en película con
“Bewitched”, protagonizada por Nicole Kidman, o en su reverso más
oscuro, Polanski se topo con esta película mientras
investigaba para “La semilla del diablo”, donde también
hablaba de una comunidad de brujos vecinos.