"La sustancia" se presenta como una crítica mordaz a la vacuidad de la vida moderna, donde la obsesión por la belleza y la juventud eclipsa a todo lo demás. La película, a través de su protagonista, expone la desolación de quienes sacrifican su libertad y autonomía en pos de la admiración pública.
ES una película que se sumerge en las profundidades del terror corporal para explorar temas complejos de identidad femenina, maternidad y el miedo al envejecimiento. A través de la lente de la paradoja del barco de Teseo, la directora Coralie Fargeat nos presenta una reinterpretación feminista que conecta con las ansiedades contemporáneas sobre la imagen y la obsolescencia.
La película se apoya en la creciente ola de directores que han revitalizado el género del terror corporal, utilizando sus monstruos como metáforas de conflictos internos. Fargeat lleva esta idea al extremo, transformando los deseos y temores de su protagonista en una realidad física grotesca y fascinante.
La fisicidad de los cuerpos en "La sustancia" es a la vez atractiva y repulsiva, generando una tensión constante en el espectador. La puesta en escena y el uso de primeros planos intensos logran disolver la dicotomía entre lo bello y lo grotesco, generando rechazo incluso hacia los personajes aparentemente más atractivos.
El elenco, encabezado por Demi Moore y Margaret Qualley, ofrece actuaciones poderosas que capturan la complejidad de sus personajes. Moore, en particular, se entrega por completo a un papel arriesgado, mientras que Qualley evoca a otras figuras contemporáneas del género como Mia Goth.
A pesar de la crudeza de algunas de sus secuencias, "La sustancia" también encuentra espacio para el humor y la estética vaporwave, creando un equilibrio entre lo exagerado y lo realista. La escena de la transformación en la bañera, en particular, destaca por su combinación de realismo y fantasía, con guiños a clásicos del cine como "2001: Odisea del espacio".
Si bien la película puede ralentizarse en su segunda mitad, el tramo final recompensa a los fans del género con imágenes impactantes y excesivas. "La sustancia" es un ejercicio de malabarismo constante, que invita al espectador a reflexionar sobre la identidad, el cuerpo y el miedo a la obsolescencia.
La tesis central de la película es la exposición de la superficialidad de la vida moderna. El personaje principal, encarnado en dos cuerpos, representa la vanidad llevada al extremo, donde la validación externa se convierte en el único propósito de la existencia. La película denuncia cómo la sociedad contemporánea valora la apariencia física por encima de todo, llevando a las personas a tomar decisiones radicales ya sacrificar valores esenciales como la amistad, el amor y la vida espiritual.
A pesar de su interesante propuesta, "La sustancia" se ve limitada por un guion que no cumple con las expectativas generadas por su premio en Cannes. La película carece de grandes reflexiones, personajes profundos y situaciones complejas. El guion se defiende a secas, cumpliendo un papel secundario en la narrativa. La falta de desarrollo en los personajes y la ausencia de diálogos memorables impiden que la película trascienda la mera crítica social.
Técnicamente, la película es impecable, con una producción cuidada y una estética visual llamativa. Sin embargo, se critica el exceso de estilo y la priorización del "parecer cool" sobre la sustancia artística. La película abuso de cortes desmesurados y primeros planos al cuerpo de Margaret Qualley, lo que resulta pesado y de mal gusto. El metraje se considera tedioso, ya que la película podría transmitir el mismo mensaje en menos tiempo.
La secuencia final, a pesar de su exageración y visceralidad, logra entretener y dejar claro el punto que la película quiere transmitir. La crudeza de las imágenes y la explícitaud de la violencia refuerzan la crítica a la obsesión por la belleza y la juventud, mostrando las consecuencias extremas de esta obsesión.
"La sustancia" es una película que ofrece una crítica social relevante y adecuada sobre la superficialidad de la vida moderna. Sin embargo, sus deficiencias en el guion y su estilo excesivo limitan su impacto. A pesar de ello, la película logra transmitir su mensaje y entretener al espectador, dejando una reflexión sobre los peligros de la vanidad y la obsesión por la apariencia física.