El mundo empresarial y sus altas esferas y bajos fondos
siempre han sido cinematográficos, desde “Wall Street” hasta “El
lobo” que allí habitaba. Las corporaciones chupándonos la sangre
y la vida, siempre han tenido su hueco en el firmamento audiovisual,
dispuesto a resaltar todas sus partes más oscuras. Desde los malos
tiempos que sufre nuestra economía y recordando a aquel cine de los
80, la visión cinematográfica de las grandes corporaciones es
espeluznante.
Asistimos al festival de Málaga de
cine en español, en el año que se abre a Latino América y a todo
aquel mercado de habla hispana tan importante para la industria, y
allí coincidimos con Imanol Arias, protagonista de “Despido
Procedente”, una coproducción hispano-argentina está dirigida por
Lucas Figueroa (Viral).
Imanol nos da un discurso sobre los
tiempos que nos han tocado vivir, los tipos rudos, y como las
corporaciones devoran al hombre pequeño. Salimos de allí sin haber
visto el film y sin entender nada de nada.
Javier (el personaje de Imanol Arias)
se encuentra en un momento crucial de su vida. Tras unos sucesos que
le marcaron en España reside en Buenos Aires y se enfrenta a una
semana critica en su trabajo, pues están realizando recortes de
plantilla. Un hombre integro que siente que esa integridad le hace
poder compaginar la más alta eficiencia empresarial y las buenas
prácticas. En ese terrible momento de crisis empresarial comienza a
competir por su puesto de trabajo con otro compañero mucho más
joven que él y por supuesto más ambicioso (Hugo Silva) que no
dudará en utilizar los medios a su alcance para llegar a los más
altos puestos directivos.
En esta circunstancia excepcional de
trabajo, Javier sufre un altercado. Una mañana conoce a un hombre
misterioso (Darío Grandinetti) que le acosara trastocando por
completo sus planes y su tranquilidad, convirtiendo su vida en una
autentica pesadilla.
Una oficina al final del día es como
una jungla, llena de personajes extraños movidos por sus propios
intereses a cuales más oscuros. Cuanto más alto subes más alejado
de la realidad te encuentras, y más ajeno a los problemas de la
gente corriente. Esto es algo contra lo que lucha el personaje de
Imanol Arias, empeñado en que los recursos humanos, sean eso,
precisamente más humanos y el coste empresarial no lo acaben pagando
los empleados, incluso a costa de su propio puesto. Las empresas
tienen pocos escrúpulos a la hora de manejar a las plantillas pues
son números la mayoría de las veces.
El personaje de Imanol trata
de buscar una segunda oportunidad y ser honesto con su trabajo en un
mundo que no premia la honestidad, cuando el picaruelo Grandinetti se
cruza en su camino le hará dudar de todo, sobretodo de su cordura y
le pondrá entre la espada y la pared.
Lucas Figueroa se enfrenta en
esta ocasión a su segundo largometraje tras Viral, para darnos con
“Despido procedente” todas las claves de la comedia Argentina, y
sobretodo los típicos tópicos en los que siempre caen tanto
argentinos como españoles y que funcionan como un tiro gracias a la
magnifica química que transmiten sus protagonistas.
En casa, a la hora de cena, solemos
debatir estos temas, y es cierto que te tachan de “boludo” cuando
tratas de ser una persona integra. ¿Qué ocurre en esta sociedad que
te hace sufrir bullying si no entras al trapo?
Algunos días nos encontramos
planteándonos que como es posible esa corrupción, desfalcar
millones sin darte “cuenta”, ya que todos somos íntegros y no lo
haríamos, al menos en teoría. ¿Pero si entras en una empresa donde
todos lo hacen? Si te conviertes en el bicho raro y al que todos
marginan y hacen la vida imposible si no admites sobornos, ¿Como
sobrevivir a esa jungla?
Que bien empasta Figueroa el drama social de
los despidos y la falta de “laburo” con la típica comedia
argentina que se ríe de todo pero sobretodo de “la concha de la
Lora” con perdón de la expresión pero que es sin duda una de las
más típicas, estereotipadas y graciosas que dan más juego dentro
del vocabulario bonaerense. Un humor ácido, unas referencias
parodicas a otros films donde se nota no solo la buena química de
los protagonistas si no el buen ambiente de rodaje, con acción
frenética y divertidisima.
Le da una vuelta de tuerca más a
“castigar” al hombre de éxito y a hacerle a nuestro malvado jefe
todo aquello con lo que a veces fantaseamos cuando esta ebrio de
poder. Todo a manos de un personaje anónimo y desconocido que puede
destruir los principios morales del protagonista. Javier, el
personaje de Imanol, un completo extraño en este mundo empresarial
lleno de tiburones dispuestos a hacer leña del árbol caído,
encuentra una aliada en su secretaria personal Marita (Valeria
Alonso) y en los guardias de seguridad que se convierten en unos
secundarios imprescindibles.
Una de las cosas que me han encantado
además del humor que proyecta y la buena química entre Grandinetti
e Imanol, es ese regusto a “Glenn Gary Glenrose”, como un
Hurlyburly o película llena de diálogos rápidos y ágiles sobre el
mundo empresarial como metáfora de la vida y sus reveses.
Es cierto que las situaciones son
inverosímiles y acaban acercándose a un final más acomodado sacado
de cualquier súper producción, pero se le perdona por la simpatía
y bondad del producto que casi reconcilia al espectador con el ser
humano, por muy picaruelo que este sea.
La vida misma.