¿Atrapados en una cueva por error? ¿Qué haría yo en
esa situación? La primera respuesta es clara: no haría una estupidez de este
calibre. Para la segunda (aceptando que todos cometemos un gran número de
estupideces al día) tu mente comienza a preparar un plan de escape, una
estrategia, que tienes ganas de gritarle a la pantalla para que salgan de una
vez. Es cierto, opinar sin haberlo vivido resulta sumamente sencillo, pues La cueva responde al grupo de películas
que lleva a los personajes a situaciones extremas para ver como el ser humano
responde cuando el único objetivo es la supervivencia.
La cinta narra la historia de 5 amigos que viajan a
Formentera con el fin de pasar unas vacaciones de desconexión y playa. Apenas
han comenzado, cuando encuentran junto al campamento una cueva natural y
deciden entrar para explorarla. Como era de esperar, se pierden dentro de ella.
Pasan las horas, los días y no consiguen encontrar la forma de salir. Todo esto
queda registrado a través de la cámara que lleva uno de los chicos y que
funciona a modo de linterna, confesionario y registro documental.
El director nos cuenta la historia desde esta
cámara, lo que le permite dar unos movimientos de enfoque y desenfoque de una
manera muy natural, y facilita la grabación en unos espacios tan pequeños como
son los de una cueva. Esta limitación de los ángulos o la luz sumados a la
repetición y distorsión del entorno dan al espectador una sensación que más que
miedo, provoca angustia. Por ello, a pesar de que los actores tienen al
principio papeles de “jóvenes en película de terror” que hace que ni te los
creas y además te caigan mal, no puedes quitarles el mérito de lo que es grabar
en una atmósfera tan agobiante como una cueva a oscuras, así como reconocer que
sus personajes funcionan mejor dentro que fuera de ella.
El resultado final es un proyecto de la bruja de Blair en versión claustrofóbica que hará a
más de uno replantearse sus aspiraciones espeleológicas veraniegas a favor del
chiringuito y la hamaca.